45 Los habitantes, rasgados los vestidos, subieron a la muralla con
sus mujeres e hijos y pidieron a grandes gritos a Simón que les
diese la
mano.
46 «No nos trates, le decían, según nuestras maldades, sino según tu
misericordia.»
47 Simón se reconcilió con ellos y no les atacó, pero les echó de la
ciudad y mandó purificar las casas en que había ídolos. Entonces entró en
ella con himnos y bendiciones.
48 Echó de ella toda impureza, estableció en ella hombres
observantes de la Ley, la fortificó y se construyó en ella para
sí una
residencia.